Un par de científicos planetarios de la Universidad de California, en colaboración con un colega del Instituto de Tecnología de California, ha descubierto que una enorme cantidad de amoníaco se agita en la atmósfera de Júpiter durante las grandes tormentas. En su estudio, publicado en Science Advances, Chris Moeckel, Imke de Pater y Huazhi Ge analizaron datos de diversas fuentes sobre una gran tormenta que se produjo en Júpiter a principios de 2016.
Durante las últimas décadas, a medida que la tecnología de observación espacial ha mejorado, los astrónomos han estudiado las tormentas que se producen en otros planetas. Estos estudios han demostrado que las tormentas tienden a desempeñar un papel fundamental en la formación de las condiciones atmosféricas. En este nuevo estudio, los investigadores se centraron en una gran tormenta que comenzó en Júpiter en 2016 y continuó hasta 2017.

Para comprender mejor el impacto de la tormenta en la atmósfera de Júpiter, los investigadores obtuvieron datos del Atacama Large Millimeter/submillimeter Array, el Telescopio Espacial Hubble y la sonda espacial Juno, que casualmente sobrevolaba el planeta durante la tormenta.
Al comparar datos entre fuentes, los investigadores pudieron seguir el flujo de amoníaco impulsado durante las corrientes descendentes desde las zonas más alejadas de la atmósfera del planeta hasta niveles muy por debajo de las nubes. Este movimiento, según descubrieron los investigadores, provocó que el gas amoníaco quedara atrapado en las capas más bajas de la atmósfera, incluso después de que la tormenta hubiera pasado, dejando lo que el equipo describe como una «huella dactilar» en la atmósfera.
El equipo de investigación creó una simulación para mostrar el movimiento de los componentes de la tormenta atmosférica, incluido el amoníaco. Las simulaciones mostraron que el gas amoníaco era empujado muy por debajo de las nubes y arrastrado durante las corrientes ascendentes hacia las partes más altas de la atmósfera del planeta, lo que provocó su «secado», según describió el equipo.
A esto le siguió la formación de manchas oscuras, que el equipo cree que estaban compuestas por una mezcla de amoníaco y agua que formaban bolas de nieve derretida, las cuales retrocedieron, como el granizo en la Tierra, a las partes más bajas de la atmósfera durante una corriente descendente posterior, hasta que finalmente se evaporaron.
El resultado neto, según los investigadores, fueron manchas de amoníaco suspendidas en la atmósfera incluso después de que la tormenta hubiera cesado.
Con información de Science
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