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Hola costarricenses, soy Homer Dávila, un divulgador científico que se ha enfocado en los últimos 10 años al tema de las ciencias, una de ellas la astronomía. Quiero hablarles sobre un tema muy relevante para el país no solo para aquellos que tienen el privilegio de haber estudiado en una universidad, sino también para los humildes que son los que más sufren y más contribuyen al desarrollo de nuestro país.
Sólo quienes vivimos la seria crisis que afecta nuestra amada Costa Rica – es decir, la falta de uso de razón de la población y de sus élites -, podemos tener plena conciencia de la realidad del país.
Sabemos claramente que los mayores causantes de los problemas sociales son las élites, quienes son siempre los que cometen los errores, y la población es la que paga los platos rotos. Ejemplo de ello son las tonterías, locuras y absurdos que las élites de este país se han encargado de difundir en la población, bajo el título de nuevas ideologías que no solo arrastran consigo a las generaciones carentes de conocimiento y experiencia, sino que además terminan embarcando a adultos en su mayoría del sector público que se adhieren a ideologías sin siquiera darse cuenta. Bien, pues es el momento en que estas élites demuestren que no solo están para dañar al costarricense.
Esta ocasión es una de esas poquísimas veces en que las élites tienen razón. Y es que la creación de la Agencia Espacial Costarricense es un acierto desde casi todos los ángulos que queramos verla, los cuales voy a explicar de forma resumida a continuación.
Por espacio de 5 años he recorrido Costa Rica desarrollando actividades que he denominado Telescopiadas, las cuales tratan acerca de difusión de la astronomía, cosmología y observación del cielo, para todo público y en ellas he sido testigo de la desbordante pasión con que el costarricense y especialmente los niños y los jóvenes sienten por todo aquello que conlleve una relación con el cosmos; y las ciencias aeroespaciales es una de ellas.
Puedo decir sin temor a equivocarme, que el costarricense en general goza de estos temas, porque como lo sigo sosteniendo, la observación del cosmos es un viaje introspectivo hacia nuestro propio origen. De modo que es muy difícil que estos temas pasen desapercibidos para el costarricense. Estoy convencido de ello.
La creación de la Agencia Espacial Costarricense (AEC), no solo es necesaria para nuestra sociedad por el simple hecho de hacer de nuestro país uno más competitivo ante el mundo moderno, que ya se ha vuelto a lanzar en una “carrera aeroespacial”; sino porque nuestra población lo reivindica cada vez que se maravilla al ver el cielo nocturno, o cuando sigue los logros de agencias espaciales como la estadounidense o europea o bien cuando recuerdan las proezas del Dr. Chang Díaz.
Convengo como divulgador de temas científicos, que la AEC es la herramienta necesaria para que haya mayor estímulo en que más y más costarricenses quieran participar de ella – no por el hecho de querer ser un burócrata más – por la razón especial que conlleva estar inmerso en la carrera aeroespacial, no solo por el amor al conocimiento, sino porque en la actualidad esta especie de “nueva carrera espacial” lo que busca es el aprovechamiento de recursos minerales y energéticos que se encuentran fuera de la Tierra.
Por ejemplo, hoy día ya hay empresas privadas que están trabajando en proyectos para aprovechar recursos minerales existentes en asteroides o en otros planetas. Otras en cambio ya están construyendo redes de satélites para conectar a todo el planeta sin necesidad de cables a través del espacio, liberando a la población de aquellas empresas obsoletas que brindan el servicio de conexión a internet.
La AEC podría registrar al país ciertos beneficios, como la co-participación de la empresa privada local o extranjera en proyectos que le reporten ganancias tanto sociales como financieras. ¿Acaso no sería grandioso poder obtener un mejor trato en futuras negociaciones en proyectos de utilizaciones de minerales extraterrestres provenientes de la Luna, Marte o de asteroides? Y esto sólo para citar un ejemplo.
Concertamos en que las élites no deben utilizar la AEC para darle trabajo a académicos o científicos pegabanderas, como sucede ya con las universidades estatales, institutos y ministerios. Pero esto es muy difícil que no ocurra, puesto que es la práctica más común en estas esferas. La academia sigue siendo la ramera de los políticos en este país y en el mundo entero.
Es buena idea lo que plantea el proyecto de ley (expediente 21 330) de que la AEC inicie sus labores siendo soportada por el Centro Nacional de Alta Tecnología, puesto que se ha visto poco resultado del CeNAT para el beneficio del país desde su creación (1999). Este punto el proyecto de Ley se queda corto.
El país ya cuenta con una enorme cantidad de institutos, ministerios y empleados públicos que sólo están calentando una silla y quincena a quincena viendo en sus cuentas bancarias unos jugosos números a cambio de no producir nada importante para los costarricenses. Entonces, refundamos de una vez por todas estas instituciones, tomemos esos recursos financieros y plazas y con ellas construyamos nuestra agencia espacial. Que por fin se vea algo de provecho en este país en el tema científico.
Tomemos parte del dinero de las universidades públicas y de algunos institutos y echemos a andar nuestro proyecto que nos permitirá enfrentar el siglo XXI con los pies bien puestos sobre la Tierra, y con nuestra mirada hacia las estrellas, pero siendo consientes que los costarricenses que producen ya no se les puede robar más para pagar delirios de grandeza que al final no producen nada. Esta es la oportunidad de que la élite de Costa Rica haga un borrón y cuenta nueva, y quizás esta vez, al menos esta, sea un acierto. ¿Por qué no?
